Cuando se cambia de añada, en Cuatro Rayas se nota. Solo hace falta mirar al campo y ver la desnudez de la viña. Llega el momento de la poda y es entonces cuando nos damos cuenta de que formamos parte de un ciclo que se repite todos los años. Y así se lleva haciendo desde los inicios de la Historia de la Humanidad. Las cepas continúan cada campaña, cada añada, cumpliendo su sagrado ciclo vegetativo, rara vez alterado. Brota, florece y envera. Te regala el racimo, cambia de color, tira sus hojas y se deja cortar sus brazos, para regresa de nuevo al paisaje de invierno, desnuda, a la intemperie, para dormir hasta la siguiente brotación.
Mientras, en la bodega, esperamos ansiosos el nuevo vino, el remate de las fermentaciones. Queremos comprobar que el milagro del vino se repite, una vez más. Cuando salen los primeros vinos etiquetados a lomos de las botellas, en la bodega todos sonreímos porque la historia continúa, no se detiene. La tierra nos regala sus frutos y el vino que brota de ella nos invita a seguir cuidándola para que esto suceda muchas veces más. Esto es lo que hace que el vino y su cultura acaparen tantas emociones, pasiones y aficiones. Brindamos por ello y por la próxima añada.